Hormonas, para que os quiero.
El caso es que andan hoy alborotadas, chocando unas con otras, vibrando en todas direcciones en la masa viscosa de mi sangre.
Tropiezan en su loca carrera entre si, y lo que es peor, con otras células que tienen un justificado enfado a estas alturas.
Me piden que las pare. La coalición Linfocitos-Plaquetas amenaza con una jornada de huelga general exigiendo para iniciar las conversaciones un inmediato descenso de la temperatura corporal. La mitad de los Eritrocitos se niega a cumplir con su trabajo y esto explica lo alterado de mi respiración.
Por lo tanto, mis razones eran puramente de salud cuando me he dirigido a mis amigas mas cercanas para pedirles “¿podríamos tener un poquito de sexo sin amor?” siempre siendo discreto y pidiendo poquito por no abusar, claro.
Ellas, maldita sea mi estampa, me han tomado a pitorreo. Vincenzo, tu siempre bromeando. “¿Cómo que bromeando? ¿no veis que me muero? ¿No veis que tengo los Eritrocitos sublevaos?”
Solo una se lo tomó en serio. Se me quedó mirando muy seria, casi sin poder creer que yo quisiese poner en peligro nuestra amistad por un arrebato cavernícola. ¿Que esperas que responda a eso? preguntó. “Que ponga yo los condones, que a las 6 tu casa, que no me retrase que a las 7 menos cuarto tienes sesión de UVA y que lleve muda limpia”.
Ay Vincenzo, tu siempre bromeando…
¡QUE NOOOOOO!