jueves, junio 01, 2006

Rocio Jurado

Como a tanta otra gente me llena de tristeza la noticia de la muerte de Rocío Jurado porque Rocío, parte imprescindible de las revistas y programas televisivos del denominado corazón, ha estado presente a lo largo de nuestas vidas, entrando en el hogar a través del televisor.
Tal vez tenga razón Fernando Ónega cuando en su página dedicada a “La mas grande”, afirma que el es el único español (el único, enfatiza) que no la ha visto personalmente en su vida. Yo coincidí con ella en Buenos Aires.
Corría por aquel entonces un año de esos en que se pagaba en pesetas y yo era un aplicado (ja) estudiante en la universidad que por los veranos tenía que trabajar en la cafeteria de sus padres dejando a un lado anhelos de viajes y aventuras. Pero aquel Septiembre cayó en mis manos el proyecto de viajar por Argentina que me llevó presentarme ante mis progenitores con un flamante panfleto turistico (la pampa, El obelisco, Perito Moreno, Iguazú…) y un sueño irrenunciable… Creo que me estoy alejando mucho del auténtico tema de este post, lo siento, ¡tantos recuerdos!
En Buenos Aires, para pagar nuestra comida, nuestra estancia, tocabamos música española por los restaurantes. A los argentinos les gustaba aquel sabor a España que llebábamos con nosotros y con mas cariño que talento conseguíamos comer todos los días (y dormir bajo techo), gracias también a los maravillosos amigos que alli hicimos y que tanto nos ayudaron.
Dos de los restaurantes donde tocábamos, quedaban muy cerca de nuestro hotel (Hotel Madrid, en la Avenida de Mayo. Aquí lo llamariamos hostal, pero nos trataron inmejorablemente) uno frente al otro en Hipólito Irigoyen. Aquel dia tocamos primero en “El Globo” y nada más llegar a la puerta de “El Imparcial” nos salió un camarero al paso, dentro estaba la gran Rocío Jurado.

Rocío y los suyos estaban en el reservado del fondo, entre las dos columnas.


Hicimos nuestra clásica ronda por las mesas (tocábamos y pasabamos la pandereta, eramos una estudiantina, lo que en España conocemos por “La Tuna”) y dejamos la de Rocío para el final. Al llegar a su altura, interrumpiendo los aplausos de nuestra última canción, me volví hacia la gente y alzando la voz hice un tonto chiste que recuerdo con cariño “¡Con nosotros esta noche se encuentra la inigualable Isabel Pantoja!” y que ella recibió también con simpatía.
Y simpatía es la palabra que puede definir todo aquel encuentro, aquella noche. Me impresionó que ella, acostumbrada a cantar con grandes músicos, en grandes escenarios, se pusiese en pie para acompañarnos en un “ojos de la española”. Supongo que era una persona que realmente disfrutaba cantando, seguro que lo hacía constantemente en reuniones familiares o con los amigos. Después nos pidió algún tema suyo, en vista que no sabiamos ninguno tocamos, peor que mejor, “Un Clavel” . Supongo que la gente del restaurante estaría encantada, yo desde luego disfruté con locura, nunca me habia parado a escuchar a aquella señora a la que asociaba mas con la prensa rosa que con los escenarios y su voz era realmente maravillosa.
Y seguí disfrutando al día siguiente porque nos dio invitaciones para verla en el Teatro Avenida, y creedme si os digo que, al final del concierto, cuando nos acercamos a saludarla a los camerinos y nos dijo que estaba muy desilusionada con su actuación (que tenía mal la voz) yo aún conservaba la carne de gallina.
Sirva como homenaje a Rocío este recuerdo que narro con cariño. Con Rocío Jurado aprendí a apreciar la Copla y aunque este género no se encuentre entre mis favoritos, de vez en cuando aparece un día de esos en el que tengo el estado anímico adecuado para que la Copla anide en mi corazon … Olé.

(prometo acordarme de adjuntar alguna foto que ilustre la historia)

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