martes, enero 09, 2007

Sobre los ultimos acontecimientos en Madrid.

Fragmento de un articulo de Pablo Ordaz para "El Pais". Las palabras de Iñaki Gabilondo expresan con total certeza mi sentir.

Cuando ETA empezó a matar, el periodista Iñaki Gabilondo tenía 17 o 18 años. La noticia del asesinato de Melitón Manzanas le cogió en París, adonde había llegado procedente de San Sebastián, su ciudad. El miércoles pasado, mientras preparaba el primer informativo después de unos días de descanso, le iban llegando de su tierra noticias de un cansancio infinito. Un cansancio que él comparte acompañado de un enfado terrible.

-Y no sé si porque lo creía o porque lo quería creer, pero, sinceramente, tenía la sensación de que ahora estábamos más cerca del final del terrorismo. Yo tengo 64 años y tenía la ilusión de poderlo ver antes de hacerme muy viejo. Tengo la sensación de estar en una noria infinita, vueltas y vueltas y más vueltas, y siempre en el mismo sitio, pero cada vez más viejos, con el estómago más revuelto, con más dolor de cabeza, con más ganas de devolver...

Dice Gabilondo que fue durante el juicio a los secuestradores de Ortega Lara cuando él percibió en toda su crudeza el drama moral que sufre su tierra:

-Eran unos tíos como de mi edad, y recalco el dato porque yo hablo siempre de esto en términos del fracaso de nuestra generación. ETA empezó con gente de 17 años cuando yo tenía 17 años, y se han ido haciendo mayores a la vez que yo. Y aquellos tíos -insisto, de mi edad- estaban metidos en esa jaula de cristal, con una camiseta que ponía no sé qué. Le habían tenido a Ortega Lara como ya todos habíamos visto que le habían tenido, y estos señores, mientras, habían estado viviendo su vida normal. Iban a casa y le decían al niño: "Así no le hables a la ama, oye, coge el cubierto con la mano derecha", y el domingo, a ver a la Real a Anoeta. Ésa es para mí la imagen de la catástrofe moral que esta historia significa y que se pone de manifiesto cuando estos prójimos se han acostumbrado a creer justificada una historia que no aguanta dos minutos seguidos un análisis serio. Que en un pueblo opulento, rico, próspero, económicamente potente, con libertades, con sus símbolos, con sus idiomas, haya una parte de la sociedad que aspire a más me parece legítimo, pero que crea que esa aspiración tiene entidad de opresión popular como para matar...

-Eso me irrita porque ofende los dramas que el mundo tiene de verdad. Yo este año he estado en Gaza, allí he visto lo que es que un pueblo se sienta oprimido; yo he visto en África a gente que no tiene para comer, que tiene que caminar 10 kilómetros a por agua... Y que un pueblo como el mío se esté permitiendo la fantasmada, la chulada de darse la importancia que se está dando, convirtiendo un problema que es sencillamente un problema político como en el mundo hay millones, en un drama de este calibre, jugando batallas de vida o muerte, me parece una ofensa para los asuntos reales de vida o muerte. No puede ser, no puede ser que dediquemos la energía que estamos dedicando a este asunto, que estemos obligando a toda España a tener la paciencia superlativa de dedicar millones de horas de un tiempo que lo necesita para millones de problemas que tiene de verdad. Sencillamente, me parece un insulto, me siento ofendido como vasco y me siento irritado. Me parece que debería haber un problema de categorías. ¡Que esos pobres chicos ecuatorianos estén muertos ahora en nombre de no sé qué anhelo...! Vamos, hombre, hay que ver el problema real de estos dos ecuatorianos que habían venido a sacarse la vida adelante al quinto pino de su país y que les hemos matado porque nosotros creemos que una organización del Estado así es peor que una organización del Estado asá... Es que esto no resiste la comparación. No banalicemos hasta este extremo las cosas y, sobre todo, si las estamos banalizando, pongámonos colorados, que nos dé vergüenza por lo menos.


No dejéis de leer el reportaje completo, merece la pena.

Contribuyentes