martes, junio 21, 2005

Una historia verídica.

Vivía una princesa hermosa y de buen corazón, allí, en la Tierra de Elsor, cerca de la Península de Iliñan. La princesa, como en todos los cuentos, no encontraba a un príncipe para casarse, y por fin, emanciparse y vivir su vida, aunque en su familia no eran malvados, eran gente de bien. Esta princesa, tenia una curiosa manera de ver las cosas, y aunque varios pretendientes la revoloteaban, ella, no se sentía satisfecha.
Como todas las princesas, decidió, que la única manera de concretar su casamiento, sería mandando construir un puente, y el que levantara el puente mejor construido, mejor acabado, más espectacular, sería el digno príncipe, pues tendría manos trabajadoras, gran imaginación y una gran fuerza y coraje...
Se presentaros miles, millones de pretendientes de todas las tierras cercanas, pero pronto desistieron en su empeño, pues era una dura tarea el construir un puente una sola persona... Solo quedaron dos, un apuesto caballero, y su fiel escudero, el cual daba indicaciones desde abajo, mientras su admirado señor, colocaba las piedras una a una.
Sin dudarlo, la princesa descubrió el sueño de su vida, un hombre con fuerza, trabajador, y que se fiaba de las indicaciones de su pobre sirviente. Con las prisas, mandó dejar sin terminar el puente, y se apresuró a presentarlo a sus padres y casarse en seguida con el apuesto caballero. Pronto se celebró la esperada boda y criaron dos estupendos niños, felices y sanos, y así pasó el tiempo...
Un día, la princesa, después de muchos años, pasó cerca de donde algún día, propuso la prueba para sus pretendientes y escucho un ruido a lo lejos, se acercó para mirar y vio al que había sido el sirviente de su esposo... Torpemente, pero con empeño, siguió poniendo una a una todas las piedras que formaban el puente mas bonito que jamás podía haber construido nadie. La que había sido la joven princesa, lo observó, y solo pudo escuchar un murmullo de sus cansados labios, que le dijeron con una voz cansada pero dulce al mismo tiempo -Aquí tenéis mi princesa, aunque ya nada espere de vos, con mi torpeza os he construido el puente mas hermoso que se ha levantado jamás, ni en esta tierra ni en ninguna otra y es solo para vos-.
Fue entonces, cuando la princesa se dió cuenta, de que el noble sirviente, aunque torpe, al final era el que poseía el mejor corazón.

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