lunes, agosto 01, 2005

Fragmento

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"Pero existían mañanas amanecidas para el amor, precedidas de noches en que el viento profético apenas ululaba y un mar que sin su empuje dormía con nosotros. Nos sorprendía entonces el alba mas enamorados que nunca y ella no me dejaba marchar, por favor, y omitía por innecesario él quédate. Era yo quien me zambullía entonces y en el lago cálido de las sábanas me aguardaban aquellos labios de carne y fuego que devoraba despacio, sumido en una duermevela que había de morir pacíficamente ahogada por el deseo y éramos al cantar el gallo un único ser de pura baba que sin intentarlo, como algo inevitable e imantado aparecía unido, convulso, feroz, terriblemente despierto.. O interrumpía mi sueño la lluvia de la ducha al golpear, yo lo sabía, contra su cuerpo, o más tarde sus pasos repartiendo la acuosa huella sobre el suelo, volviendo desnuda a conceder un beso en mi mejilla. Se tumbaba de nuevo boca abajo junto a mí y aquella presencia imborrable de su carne mortal avivaba mis instintos y la tomaba como un salvaje, ciego, mientras ella jugaba a hacerse la dormida, a despertarse loca de risa, malo que me has hecho, estaba dormida y no me he enterado, malo, ahora tendrás que repetirlo."
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